Anden

Me encontraba en King Cross, entre en andén 9 y el andén 10. Llevaba un carro con mi pequeño baúl, mi escoba, protegida de la vista de los muggles por una funda que la hacía parecer algún tipo de instrumento alargado, y Zelda, mi gata. No la llevaba en una jaula, ya que no se solía alejar mucho de mí. Me acompañaban mi madre y mi hermana. Me habría gustado que me hubiese acompañado mi padre, pero tenía trabajo ese día, así que me dio un abrazo enorme en el desayuno antes de irse a trabajar. Mi hermana estaba muy enfadada conmigo ese día. No entendía que me fuese y la dejase sola. Hacía casi dos años que habíamos llegado a Londres, pero no parecía acostumbrarse todavía. Mi madre también estaba de mal humor, las cosas no iban muy bien entre mis padres y que no hubiese venido hoy no ayudaba, aunque yo no le culpaba. Mi madre me explicó como acceder al andén, esto me dejó un poco atónita. ¿Ningún muggle se daba cuenta? Me acerqué a despedirme de ella, que parecía emocionada. No dijo mucho, simplemente me abrazó y me miró con ojos vidriosos. Angie, mi hermana, estaba ocupada escondiéndose detrás de la falda de mi madre y mirándome con rencor mientras fruncía los labios. Me agaché para ponerme a su altura y la toqué la punta de la nariz cariñosamente, como solía hacer.
-Prometo escribir, ¿vale?- eso no pareció bastarla, así que intenté consolarla unos minutos hasta que accedió a abrazarme, todavía enfadada y sin decirme nada.

Miré hacia el muro que tenía que atravesar, nerviosa. Anduve hacia él, cada vez más deprisa, hasta que aparecí en otro andén, más estrecho lleno de gente, lechuzas y sapos. Zelda se bajó de mi carrito entusiasmada y observando todo. El barullo de la gente se alzaba cada vez más, todo el mundo se movía de un lado a otro. De repente busqué a mi gata con la mirada y no la encontré. Observé con pánico como corría hacia una de las puertas del tren para subirse en él, así que corrí detrás de ella y subí al tren de un salto, justo antes de que se cerraran.