CLASE VI: LA CRISIS DE LA BRUJERIA Probando


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Trama
Las guerras terminan, los destrozos se reconstruyen, la vida sigue... pero la historia siempre se repite. Harry Potter pudo ganar la batalla contra Voldemort pero la guerra contra la magia oscura aún perdura, pudo conseguirnos un descanso para reconstruirnos, para llorar nuestras bajas... pero el descanso llega a su fin y la guerra vuelve a entrar en todos los hogares mágicos, ya no solo de Inglaterra si no del mundo entero.
Voldemort fue expulsado del mundo de los vivos, pero ¿qué pasó cuando llegó al de los muertos? con exactitud saberse no se sabe, pero si sabemos que ha vuelto, de nuevo escondido entre las sombras, atacando oculto tras de las mascaras de la nueva generación de mortifagos, no hay duda ninguna de su regreso pero ¿cómo ha podido suceder? y más importante ¿qué vamos a hacer ahora? Harry Potter ya no se encuentras entre nosotros para ser el niño de la profecía y además si Voldemort ha regresado del mundo de los muertos, ¿quién mas ha podido hacerlo? por que los problemas no solo han resurgido en Inglaterra, en otros países también sufren la ira de un nuevo señor oscuro ¿tendrán algo que ver?






















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Mensaje por Helga Hufflepuff Lun Oct 21, 2013 1:28 am

Según el antropólogo e historiador español Julio Caro Baroja en la "época del Barroco" "sobreviene la gran crisis de la brujería", que se manifiesta de dos maneras. La primera es que son cada vez más abundantes y fuertes "las voces de los que niegan la realidad de los actos de brujos y brujas". La segunda es que "la Brujería en sí deriva con frecuencia a formas distintas y se complica con los llamados estados de posesión demoníaca"

El pionero en cuestionar la realidad de la brujería fue el inquisidor español Alonso de Salazar y Frías en el demoledor informe que presentó en 1612-1613 al Consejo de la Suprema Inquisición con motivo del famoso proceso de las brujas de Zugarramurdi, y que marcó la relativamente benigna política sobre la brujería de la Inquisición española. Sin embargo, su informe no se hizo público, por lo que quien es reputado como el primer autor que habló de la falsedad de la brujería es el jesuita alemán Friedrich Spee.

Spee conocía la obra del jesuita Adam Tanner, profesor de la Universidad de Ingolstadt, quien en su libro Theologia scholastica se oponía a los juicios por brujería.

Spee asistió a los Juicios de Würzburg y actuó como confesor de muchos acusados, concluyendo que ninguna de las personas llevadas a la hoguera era culpable de brujería. Spee fue un rebelde que tuvo que publicar su obra Cautio criminalis como autor anónimo, para protegerse, y sin autorización de los superiores de su orden. Sppe se negó a renunciar a la orden cuando se lo pidieron. El objetivo de Spee era desacreditar el Malleus maleficarum.

En su libro comienza diciendo que no discute la existencia de las brujas pero de los condenados que confesó él mismo ninguno resultaba culpable de brujería por lo que abogaba por el fin de los juicios por brujería.

Spee no negaba la intervención del demonio en la vida humana, pero denunciaba, como ya lo había hecho el inquisidor Salazar, los abusos que se producían en los procesos por brujería. Ya desde el momento de su detención la persona acusada era tratada como culpable cuando era interrogada y cuando se le buscaban marcas o señales diabólicas en su cuerpo. Las confesiones eran conseguidas mediante la tortura y no se hacía caso a las retractaciones posteriores. Además en Alemania se seguía recurriendo a las ordalías para determinar la inocencia o la culpabilidad del acusado, una práctica medieval que ya se había abandonado en la mayor parte de Europa. Una de las ordalías consistía en la inmersión en agua de una acusada y si quedaba flotando era culpable, si se hundía era inocente. También se pinchaba con una aguja a las presuntas brujas y aquellas que tenían partes insensibles quedaba demostrado que lo eran.

El Cautio criminalis fue leído por el jesuita e inquisidor Francesco Albizzi quien quedó muy impresionado por la obra y se convenció de la brutalidad de las cacerías de brujas. Extremadamente duro con los seguidores del astrónomo Galileo Galilei, a quienes persiguió, Albizzi tomó una dura postura en contra de la caza de brujas.
En 1631 Albizzi, por entonces nuncio apostólico en la ciudad alemana de Colonia, presencia con horror una quema de brujas:

Nuestros ojos hubieron de contemplar un espectáculo terrible. A las afueras de muchas ciudades y aldeas vimos numerosas estacas a las que habían atado a pobres y desgraciadas mujeres para quemarlas por brujas.

En 1636, como inquisidores, Francesco Albizzi y el cardenal Marzio Ginetti se opusieron a la cacería de brujas desatada por el príncipe elector Fernando de Colonia.

Sin embargo, entre 1648 hasta 1651 se desata una cacería de brujas en la montañosa y aislada región de los Grisones. Los juicios se llevaron en la ciudad de Vaduz, actual Liechtenstein donde cerca de 100 «brujos» fueron ejecutados en la hoguera.

En 1655, Albizzi logró rescatar a quince niños, hijos de los ajusticiados en los Juicios de Vaduz, acusados de practicar brujería. Los niños fueron amenazados ―sin que ningún sacerdote confesor los asistiera― con que si no confesaban que eran brujos les harían padecer executio bestialis. Refugiados en Milán y bajo la protección de Albizzi, todos los niños llevaron vidas normales.

Entre 1679 hasta 1682 se conforma un nuevo tribunal que condena a muerte a 200 personas por brujería. Una comisión enviada por Leopoldo I de Habsburgo y precedida por el Príncipe-obispo de Kempten, determinó que los juicios fueron llevados a cabo por el señor local, el conde Franz Carl von Hohenems, para quedarse con las propiedades de los acusados.30 El total de 300 personas ejecutadas en los dos juicios representaba el 10 % de la población del condado de Vaduz. El conde fue apresado y luego de su muerte el obispo de Kempten vende las tierras a Juan Adán Andrés de Liechtenstein, cuya familia da nombre a la región.

Así pues, las nuevas ideas sobre la brujería "no ejercieron aún influencia sobre muchos jueces y otras personas responsables de la administración de justicia que no sólo durante el siglo XVII, sino también durante el XVIII, condenaron a la hoguera a brujos y brujas... [aunque] las causas no fueron casi nunca tan sensacionales como las de los viejos tiempos".

Uno de esos procesos tardíos, más abundantes en los países protestantes que en los católicos, tuvo lugar en 1670 en Suecia. Unos niños y muchachos del pueblo de Mohra denunciaron a unas supuestas brujas que según ellos les habían llevado a un "Sabbat" presidido por el Demonio, que les obligó a renegar de Dios, siendo "bautizados" a continuación por un sacerdote infernal. Se abrió un proceso y fueron quemadas setenta mujeres y azotadas cincuenta. De los niños acusadores quince, los que tenían dieciséis años, fueron quemados y cuarenta fueron azotados.
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